• El concejal de Compromís per València Giuseppe Grezzi advierte que el repintado de la señalización horizontal se queda a medias en muchos barrios porque el gobierno municipal de PP y Vox no utilizan la grúa ni para retirar los vehículos estacionados sobre la señalización que lo prohíbe, que se queda sin actualizar.
• Esta dinámica se sigue produciendo una semana después de que Compromís señalara que los vecinos de València pagaron en 2024 2’2 millones de euros para compensar las multas y la grúa perdonadas por Catalá a los miles de vehículos mal estacionados por la ciudad.
Por segunda noche el servicio de Señalización ha acudido al barrio de la Saïdia para realizar la actualización de la señalización viaria horizontal y por segunda vez se han visto sus operarios obligados a no completar su trabajo dejando sin pintar marcas viales que prohíben el estacionamiento precisamente por haber estacionados vehículos sobre ellas y no intervenir la Policía Local y la grúa municipal para hacer cumplir la ley.

Así lo ha denunciado esta mañana el concejal Giuseppe Grezzi, ex titular de Movilidad Sostenible, que advierte no obstante que esta “esperpéntica anomalía” en la Saïdia no es excepcional, sino que viene produciéndose desde hace meses por los barrios de toda la ciudad “a pesar de que los dos servicios afectados, el que no puede trabajar por culpa de los infractores y el que podría evitarlo simplemente haciendo cumplir la ordenanzas y mandando la grúa donde se necesita, dependen ambos del mismo concejal, Jesús Carbonell”.
Lo más llamativo en esta ocasión, subraya Grezzi, es que la negativa a usar la grúa cuando la infracción de estacionamiento, además del peligro que genera en la vía pública, impide trabajar a los servicios municipales y renovar la señalización, se produzca una semana después de que él mismo denunciara que la negativa del gobierno de Catalá a usar la grúa contra los infractores cuando la ciudad lo necesita costó el año pasado 2’2 millones de euros a los valencianos para compensar a la empresa concesionaria.

Como resultado de esta falta de celo del concejal Carbonell a la hora de hacer cumplir las ordenanzas incluso cuando impiden los trabajos municipales de su propia área, esta misma mañana se podían observar casos como el de la intersección de la calle Milagrosa con San Juan de la Cruz, tres de las cuatro esquinas tenían sus líneas de prohibido el estacionamiento pintadas mientras que una cuarta seguía sin pintar y con una furgoneta estacionada encima. Un estacionamiento prohibido que, como denuncian los vecinos y se hace eco la formación valencianista, no debería permitirse en ningún caso pues ciega la salida e impide el normal acceso de los vehículos de emergencia a dos calles sin salida (“convierte ese entorno en una ratonera, nos dicen los vecinos”).
No obstante, lamenta Grezzi, “la orden del gobierno de Catalá de proteger a los infractores por encima de los vecinos y evitar sancionarles no se limita al momento en que se realizan los trabajos de señalización, sino que es una constante, y ahora mismo se pueden ver multitud de vehículos estacionados sobre la señalización que sí se ha podido renovar y prohíbe el estacionamiento”. Cabe recordar en este sentido —aunque “no debería hacer falta”, dice el exconcejal de Movilidad— que la señalización horizontal que prohíbe el estacionamiento se diseña por los técnicos municipales para garantizar la correcta visibilidad de todos los actores en la vía pública, y la no obediencia de la misma (el aparcamiento sobre cebreados o líneas continuas amarillas) genera situaciones de gran inseguridad vial.
“No sé qué pasa por la cabeza de Catalá para mantenerse en su afán de mimar a los infractores y perdonarles las multas que merecen, pero el resultado está siendo nefasto para la ciudad a todos los niveles. Primero y principal, porque se está disparando la inseguridad vial con coches, motos y furgonetas circulando y estacionando sobre aceras y calles peatonales a cualquier hora del día. Pero también porque, tras los avances de las dos pasadas legislaturas, Catalá está alejando València de los estándares europeos en materia de movilidad y convirtiéndola en una ciudad tercermundista. Y me temo que eso es algo que ni sus votantes más ultras se esperaban de ella”, concluye Grezzi.